pensé que no iba a poder volver, pero acá estoy otra vez. conocí san juan hace seis años, cuando llegué a la escuela en un remis que venía desde el hotel aire andino y el chofer me dijo: es acá. recuerdo que me bajé con la mochila donde tenía la compu y mis primeras clases impresas, quizás haya habido también dos fibrones y un borrador. apenas tuve en mis ojos el plano general del frente del edificio me invadió una de esas emociones que te toman el cuerpo hasta las lágrimas, como cuando estás frente a un paisaje inmenso. sentí, con claridad, que era el inicio de algo importante para mí.

la experiencia de estar en una escuela de cine, rodeada de personas con las mismas inquietudes que tuve yo a mis 18 o 19 años, me hace sentir que hay algo del ciclo de la vida que se va cumpliendo y tiene que ver con la transmisión, con lo que significa acercarse a un mundo nuevo, descubrirlo, aprender a quererlo y luego sentir que es momento de compartir todo eso. a mí me tomó un poco por sorpresa, porque no me había imaginado al frente de un aula clásica. tengo una foto del primer grupo al que di clases y también muchos recuerdos. de cómo vino la pandemia al año siguiente y tuvimos que migrar a la virtualidad, cómo me enfermé dos veces justo la semana que me tocaba dar la materia, cómo cada vez que pude viajar fue una experiencia distinta según lxs profes con quienes me tocaba convivir, cenar a la noche, caminar un rato por la ciudad. conocí personas maravillosas, alumnxs, trabajadorxs. todo se expande un poco más cuando podemos viajar y entender cómo viven su cotidianidad quienes habitualmente no forman parte de nuestro entorno. el horizonte empieza a correrse un poco más allá, a abrirse.

esta semana hablamos de muchas cosas en el aula y me acordé de que cuando empecé a dar clases fue porque quería salir de mi isla y tener contacto con el mundo real, el de las cosas vivas. hemos mencionado temas enormes como los personajes, los diálogos, el diseño sonoro y el ritmo. hemos conversado de que tener una escuela de cine es algo que no pasa en cualquier provincia y que se trata de un espacio que tenemos que cuidar entre todes. les dije: cuando yo entré a estudiar en la universidad pública, éramos 800 ingresantes y ustedes son menos de veinte. me trato de imaginar lo diferente que hubiera sido todo si hubiera estudiado en un lugar así de cálido y pequeño, con equipos a nuestra disposición, con profes que suspenden una semana de su trabajo profesional para venir a darnos clases y nos cuentan sobre el presente de la industria. pero a cambio tuve otras cosas y cada une va haciendo su camino lo mejor que puede, tomando decisiones, encontrándose. a veces les cuento sobre películas que vi hace veinte años y me parece mentira decir que algo de mi vida pasó hace tanto tiempo. creí que así hablaban las personas grandes. y ahora me toca a mí ser la de otra generación.

hay que editar, editar y editar, les digo siempre. ¿qué más se puede hacer sino insistir en el trabajo y cuidar un deseo, por más difícil que parezca? esta semana también hablamos mucho de los personajes y la empatía, de lo que significa escuchar a otre y tratar de entenderle. les hablé de que el cine nos enseña la compasión, nos pide que hagamos el esfuerzo por comprender a los demás. y que cuando esto no sucede nos quedamos hablando solos, como pasa en este momento en argentina, que estamos llenxs de monólogos de un lado y del otro, pero nadie se escucha, nadie hace un esfuerzo por entender las cosas que no le tocan directamente. ¿qué pasó con el diálogo entre nosotres? ¿por qué tanto dolor a un país tan grande? no merecíamos esto, nunca lo merecimos. por eso estar acá, rodeada de jóvenes que tienen ganas de aprender y de trabajadorxs que ponen el cuerpo todos los días para que la escuela siga en pie, me da esperanza.

alguien entra al aula diciendo «está zondeando» y pienso que acabo de aprender un verbo nuevo y que aquí el viento también está de un lado o del otro. fue muy triste imaginar a principio de año que no iba a poder volver a escuchar este cantito musical y sereno. en las clases de diálogo conversamos sobre los modos de hablar, de armar las frases, las palabras que usamos en una región y que son nuestras, singulares. que por muchos años el cine argentino solo se habló en porteño y es nuestro derecho ser representadxs en las películas que vemos y que hacemos.

quisiera que fuera más fácil escucharnos, que alguien diga «claro, no habían cortado privilegios de viajes al personal del incaa, en realidad eran docentes que viajaban a dar clases de una provincia a otra». porque eso es la educación pública y porque el conocimiento no nace de un repollo, sino que se construye y se transmite entre seres humanos. y qué cosa más linda puede haber que poner en valor la palabra otra vez, el pensamiento crítico, la incomodidad ante la realidad y el tiempo que nos tocó vivir. saber que es cierto que el mundo puede ser hostil e injusto a veces, pero también vamos creando refugios para vivir cerca de otres y sentirnos parte de cosas más grandes e importantes que nuestra propia individualidad. y el cine siempre ha sido eso, nuestro espacio en común.

finalmente editar, les dije hoy en la clase de ritmo, es una tarea que tiene una filosofía, un espíritu. y todo lo que estuvimos viendo en la materia se podría reducir a eso: la restitución de algo que está roto, fragmentado, partido en pedazos. no estamos solamente decidiendo dónde empieza y termina cada plano. lo que hacemos es cortar y pegar, cortar para que finalmente las cosas vuelvan a estar unidas entre sí.

Textos anteriores

ver todos