Palabras para Jonas Mekas
Vivo
y luego hago películas.
Hago películas
y luego vivo.
Un noviembre, en un festival cerca del mar, te conocí. Tu última película fue la primera para mí. Es dulce ese misterio por el cual nos encontramos con un director o un film en un momento y no otro de la vida. Entonces, me hizo sentir cerca de casa y cerca de mí.
Hemos querido hacer este ciclo hace meses. Muchas cosas pasaron. Pero aquí estamos, firmes, dedicándote la proyección de tus propias películas así como vos dedicaste al cine del mundo tus hermosos diarios fílmicos. O películas-diario, o como le guste llamarlas a cada quien.
Debo decirte que no quisimos jugar a ser críticos de cine. De nada valdría hacer eso ahora, tomar distancia de tu película como quien estira la mano hacia el compañero de adelante de la fila. No. Creemos que la intimidad de tus films requiere de otro lenguaje para aproximarnos a ellos.
Es muy extraño eso de mirar la pantalla y tener la ilusión de saber un poco más quién sos, de dónde vienen tus dolores o deseos. Es esa forma del diario, la que nos hace creer. Un pequeño túnel que nos lleva hacia tu mundo más íntimo y cotidiano.
Siento que tenés una inquietud esencial, como la de los poetas. Los films que vi sobrevuelan siempre el tema de la memoria. Y aunque ciertamente es una operación de montaje lo que convierte en una película a esos recuerdos —materializados por la pulsión de encender la cámara, un día cualquiera—, no creo que por eso sea menos verdadera. Un recorte ordenado, hermoso y poético sobre lo que sucedió en tu vida. ¿Una ficción? Puede ser. Pero muy valiosa para resguardar tu historia. Y mirarla. Entenderla. Quizá eso sean los diarios. Una manera de compartir la vida de una.
Entonces habrá que hablar del paso del tiempo, del presente desde el cual miramos. La insistencia que tienen los recuerdos en arremeter de improviso, como destellos, como sueños. Como tus pedacitos de 16 mm montados a moviola en las medianoches. Se disparan, invaden un segundo, se esfuman. Así llegan todas esas reminiscencias. Son cien, un número redondito (otra ficción). Pero la película logra retenerlas, hacer que dejen de ser efímeras. Ese pasado se hace presente, se hace eterno en realidad. Existirá de ahora en más siempre que queramos.
Saberte vivo, habitando esta misma tierra y este mismo tiempo, no es poco. A tus 92 años y mis 28, coincidimos en una parte de la historia del mundo.
Creo que amamos la libertad. Bailar. Las flores, los gatos, la luz. El afecto en cualquiera de sus formas. Por eso para nosotros tu cine es una celebración de la vida. Casi como una oda, un canto. Elevar tu voz por sobre todas las cosas y decir: todo tiene sentido, todo vale la pena. Hemos resistido y estamos vivos.
Con cariño admirado.
Lucía del Cineclub La Quimera