En la línea de montaje

cada día de semana
comienza ahora como una pequeña misión:
debo amanecer antes que el sol, desayunar
y salir temprano a tomar mis dos colectivos.

es nuevo, esto del horario y las amanecidas.
de compartir viaje con otros trabajadores que,
como yo ahora, salen de su casa temprano y abrigados,
llenos de lana, con las tarjetas de red bus en la mano.
esperamos en la parada del barrio.
casi siempre somos cinco o seis mujeres.
no sé por qué, pero todas mujeres.

entonces llega el 64 previsto,
con el chofer de siempre, que anda por las calles de siempre.
me entretiene observar a mis compañeros de viaje,
porque todos tenemos sueño aún
y hubiéramos dado cualquier cosa por dormir una o dos horas más,
tomar unos mates tranquilos antes de salir.
pero allí estamos, un poco dormidos y otro poco ensimismados,
mirando distraídamente el paisaje de ciudad
que pasa por las ventanillas.
ya en el centro es hacer el trasbordo de rutina,
subir al primer colectivo que me deje bien.

allí, lejos de casa y de mi isla habitual,
cambiando zona este por zona norte,
habito una nueva esquina.
al frente, tres veces al día, pasa el tren de pasajeros.
es encantador sentir el ruidito, leve,
la pequeña vibración del espacio.
imaginar las ventanitas y la gente ahí, camino a las sierras.

me he llevado mi equipo de mate, para no depender de nadie.
la ansiedad de media mañana debe calmarse con eso.
entonces el tiempo rinde de manera inesperada:
edito, edito y edito.

todo lo anterior y todo lo que sigue tiene esa sola finalidad.
cortar material como quien agarra un machete en medio del monte,
descartando, eligiendo y armando,
intentando que el capítulo comience a tomar su forma.

a veces conozco personajes hermosos
y me río a carcajadas con ellos,
tomando mate frente al monitor como si estuviera visitándolos.
o me conmuevo con su sensibilidad,
que se cuela inesperada en una toma hecha para tv:
unos viajeros nostálgicos tienen los ojos tristes
y recuerdan los caminos de latinoamérica
que anduvieron en su pumita de juventud.
o dos apasionados se dedican a rearmar una moto
que hasta hace pocos días era un montón de chatarra.

cuando requiero descanso,
descubrí que me calma salir afuera,
donde sasha anda con sus patitas torpes,
como buena cachorra gigantona que es.
es dulce sasha, y me gusta tomar sol al lado de ella,
aunque me lametee toda y me deje olor a perra
o me tome el agua del vaso como si fuera suya.

está claro que no es nuestra gatita gris
(no sé quién le dará de comer ahora)
y no es nuestro patio lleno de bellas plantas.
pero me da otro aire que era necesario,
igual que los compañeros nuevos.

de alguna manera,
ahora soy parte de la clase obrera editora.
estoy en la línea de montaje de la fábrica.
producción-en-serie-de-tv.

no soy dueña de nada,
más que del proyecto de premiere
y la estructura del guion
pegada con chinches a un telgopor.

al terminar la jornada laboral, casi anochece.
tomo un colectivo, tomo otro.
llego a casa
y apenas tengo energía para prepararme la cena.

entonces me quedan breves horas para vivir,
antes de ir a la cama de nuevo
y poner bien el despertador,
no sea que mañana no lo escuche
y llegue tarde a mi nuevo trabajo.