Entonados

UNO

Era enero, yo aún estaba editando Gallos rojos y me encontraba lejos de intuir el torbellino de año que se avecinaba. Por esos días, en apariencia calmos, llegó una buena noticia: Fer Lacolla quería convocarme para editar una película sobre un poeta. Trabajar con Fer en Inoxidables había sido una experiencia hermosa y nutritiva. Y yo adoro la poesía. Dije que sí. Después vinieron febrero, la decision de irme de El Calefón, viajar a México y cumplir treinta años, volver y ser una nómade con una isla de edición a cuestas. Entre todo ese vértigo, hubo una sola cosa que se mantuvo firme: confiar en los proyectos que había elegido para trabajar. Y editar, editar y editar.

DOS

Todo es más amable ahora y hoy ha sido un bello día: un día de fin de montaje. Decidí que de ahora en adelante voy a sacarme una foto con los directores cada vez que termine una película. Es lo justo: los montajes y su final son tan importantes como el fin de un rodaje.

En algo más de cinco semanas, atravesamos con Fer todas las etapas previstas: el material enfrentado a machete limpio, la decisión del formato más cinematográfico o más televisivo, la sensación de deriva. Y lo más importante de todo: el ejercicio de la libertad.

Había, en esta película, poco material y muchas entrevistas. Pero detrás de todo eso, rodeado de montañas, árboles y pájaros, estaba él: Antonio Esteban Agüero, el poeta merlino. Me gusta decirle así, como si fuera un mago. De la imagen de Agüero no existe registro fílmico: solo fotografías y un viejo disco con algunos poemas recitados. Ni entrevistas, ni otros audios, ni nada. Entonces el primer problema era una de las eternas y más enormes preguntas que debe hacerse el cine: ¿cómo hablamos de aquello que ya no existe?

TRES

Alan Berliner dice que debemos celebrar la pasión por la edición: que las cosas sucedan porque se editan. Siempre pensé que lo más fascinante de editar era la libertad que nos propone. Hacer y deshacer a nuestro antojo. Pero no es solo eso, también es el poder. Porque tomar decisiones es tener poder. Y a mí me gustan esos atributos de los dioses que jugamos a ser, cada vez que hacemos una película.

Cuando construimos personajes, por ejemplo, nos convertimos en sus creadores: los modelamos, delineando sus rasgos de personalidad, sus vínculos con seres queridos, sus contradicciones. Si toda persona de la vida real tiene su luz y oscuridad, nosotros vamos a decidir qué mostrar y qué ocultar. Vamos a ir corriendo y descorriendo el velo del misterio, dejando entrever lo suficiente para que alguien pueda identificarse con ellos. Pero nunca develándolos por completo, nunca destruyendo ese misterio.

CUATRO

Quizá por eso el material de archivo sea mi lugar preferido del último tiempo. Es como la materia prima de los dioses, ahora que lo somos. La arcilla blanda y amable que vamos a modelar despacito. El archivo es materia y es puente. Con él, crearemos universos. Con él, volveremos a viajar en el tiempo.

Acudo a los archivos cada vez que parecieran acabarse las respuestas. Fer me da la libertad y la confianza para que comience a transitar ese lugar. Como editora, siempre agradezco que un director me habilite ese espacio.

En un comienzo voy a jugar solamente con mis propias reglas. Hay un material hermoso, fílmico y fotográfico, que he traído de mi viaje a Buenos Aires en otoño. Del rodaje vinieron más fotos, muchas del poeta y de su aldea. Pero igual hacen falta más, por lo cual acudo a un archivo de uso libre, donde hay cantidad de cosas clasificadas de maneras extrañísimas y nombradas en inglés. Elijo la categoría home movies, navego brevemente sobre algunas colecciones de norteamericanos aficionados de los años 40. Hay material en color también.

El archivo nos va a servir para construir escenas enteras, para narrar lo mismo que dicen esas horas y horas de entrevistas, pero haciendo uso de las imágenes, sonidos, poemas. Construimos situaciones un poco ciertas y otro poco inventadas, y así Agüero va tomando cuerpo, se convierte en un personaje que es el mismo que escribió la canción de la mazamorra, sabes, es el pan de los pobres, que amó su pueblo natal, que cuando era niño se subía a un banquito para recitar las cosas que escribía.

CINCO

Hace poco escuché a alguien decir que no se puede hablar poéticamente de la poesía. Puede que tenga razón. Sin embargo, creo que sí hemos logrado construir una cierta poética, que tiene que ver con esa naturaleza profunda y hermosa que habitó Agüero, con sus montañas, ríos, árboles y pájaros. He usado muchísimo mi nuevo archivo sonoro también, ya que necesitaba ambientes, cantos y dar una cierta profundidad a esas imágenes encontradas.

El canto. El tono. La cadencia. Todo eso que se construye y tiene que ver con el pulso y la respiración. De la vida y de cualquier película.

SEIS

Las personas pasamos por el mundo y después quedamos vivas en el recuerdo de quienes nos conocieron. Quedamos en la casa de nuestra infancia, en las calles de nuestro pueblo, en una hija, unos amigos. En todas las cosas que alguna vez amamos.

Agüero quedó también en una cantidad de libros que llevan su nombre. Hay una obra escrita y desde hoy una película que habla sobre su creador. Ojalá la experiencia de mirarla logre tender ese puente sagrado entre la película y la vida. Alguien que ahora sabe que existió y apenas sale de la sala o apaga el tele, se encamina en la misión de encontrar alguno de sus poemas publicados.

Sobre El tono, de Fernando Lacolla.
A los días de tormenta y de calma que compartimos juntos,
y a nuestra paciencia inmensa que nos regaló esta bella película.