Los ciclos
(a Daro)
Afuera llueve, todo el día llovió en este principio del otoño. Se ve que las estaciones aún tienen fronteras, a veces pareciera que se hubieran borrado, pero no, existen temporadas en las que hace calor cuando tiene que hacer calor y lo mismo pasa con el frío.
Me gustaría que mi trabajo también tuviera ese aire estacional, eso de los ciclos de tres meses que abren y cierran algo. Y que, al final, el año termine siendo un invento gregoriano, porque el tiempo real no es otra cosa que la sucesión de un ciclo detrás de otro, como los de la luna o las mujeres.
Cada vez que inicio el montaje de una película me hago esa pequeña promesa: que la vamos a terminar. Porque nosotras no editamos para que un día quede todo ahí, lo hacemos para acompañar a otra persona, para que no deje de creer. El tercer acto de la vida de cada proyecto, que es cuando aparecemos, nos permite asumir el rol de heroínas. Y aunque no es tan cierto que lo seamos, es lindo habitar ese lugar.
Todo está bien con tal de hacer el corte final en algún momento, y poner el film arriba de la cinta transportadora para que siga viaje hacia la post de color y de sonido, los verdaderos cierres de la cadena de trabajo. Por eso, una vez despachado, se nos cierra algo dentro, como un canalcito sensible que existía solo para ese proyecto, esos personajes y ese director o directora. Una manera particular que teníamos de escucharles, aconsejar o hasta meter tijera limpia. Una forma de leer la conjunción de tantos lenguajes a la vez.
Creo que hay un momento en el que hacemos lugar a la película que vendrá. Y puede sonar tranquilo el teléfono o llegar un mail a nuestra casilla. Total, estamos disponibles, otra vez tenemos sensibilidad para empezar de nuevo.