En el camino

Es delicado esto del amor por lo que hacemos. Necesita de mucho cuidado. Durante el último mes cerré cuatro películas, todas eran hermosas y me encantaban, pero tantos deadlines consecutivos me dejaron una sensación extraña, como de peligro. O de andar bordeando un camino finito, que a un costado no tiene nada y por eso se llama abismo. Me dio miedo perder el entusiasmo, convertirme en una editora que solo trabaja para vivir. Y sentirme vacía, como si no tuviera más nada para dar a las películas futuras.

Hace tres días cerramos la última, para lo cual el director y la productora vinieron desde Mendoza. Me halaga bastante cuando alguien de otro lugar elige trabajar conmigo, porque teniendo otras opciones viajan unos cuantos kilómetros para llegar a mi isla. A veces después siguen camino y aprovechan para visitar las sierras, sobre todo ahora que los ríos de verano traen mucha agua y los árboles se ponen de un verde que parece mentira, con lo seco que era antes.

Pero pensaba en esto de los viajes, de que venir a editar sea como un paseo. Cuando empecé con los montajes a distancia me di cuenta de que iba a tener que transitar un duelo: la ausencia de lxs directorxs que ya no iban a venir a sentarse conmigo, salteando mi momento preferido de nuestra convivencia. Las conversaciones sobre la película pasaron de ser una charla con mates y criollitos a una serie de skypes, notas en cuadernos, drives y audios de whatsapp. Una vez hasta tuve que amigarme con el inglés, porque la directora era polaca y terminamos chateando en ese segundo idioma de las dos, casi como si fuésemos amigas. La edición terminó y con ella nuestros mensajes, algunos salidos del traductor virtual.

Es cierto que este tiempo trabajé con muchas directoras mujeres y me di cuenta de que lo que sucede en nuestro vínculo es singular. Algo de la claridad del feminismo, que nos hace reconocer a una misma vez ciertas injusticias que nos rodean en la cotidianidad de estos oficios. Siempre, la doble validación. Y a veces tener que extender el brazo con la palma abierta y decir: acá no. Me gustan las conversaciones sobre pedacitos de nuestras vidas, que no siempre son íntimas pero sí implican ir sacando capas de lo que somos y estar más cerca. Aunque no necesariamente nos hagamos amigas después de esto. Yo la entiendo y ella a mí. Y es todo lo que importa.

Todavía no llegan mis vacaciones, pero el ritmo bajó y las cosas siguen su curso, en un avance lento y tranquilo. La mirada se va alejando, yo miro como en un zoom out y me pregunto: para dónde hay que seguir afinando el foco. Qué se hace para que los pedacitos de imagen partida, se conviertan en una sola.