Martes 21 de enero, 2025
Estamos comenzando la semana 13 de montaje. Me hubiera gustado escribir un diario minucioso del proceso, un verdadero día a día. Que quedara registrado cuando creíamos haber encontrado una pista, cuando no era cierta, cuando errábamos la dirección. ¿Cómo se hace para transmitir todo eso cuando la película ya está terminada? Para anticiparme a ese problema es que escribo estas líneas.
Creo que esta es una de las películas más difíciles —y enormes, en el sentido de grandeza— en las que me tocó trabajar. Los materiales son inéditos y maravillosos, por lo cual provocan un magnetismo inmediato. Pero se corre el riesgo de creer que con eso basta para hacer una buena película. Me pregunto cómo podemos estar a la altura de un material así.
Es cierto que los archivos pueden ser seductores y gustarle a todes. Pero resulta que acá hay algo más: un montón de personajes dormidos, que eran desconocidos hasta el momento en la historia del cine cordobés. Con el tiempo, de tanto verlos, nos fuimos encariñando con ellos y llegamos a pensar que de haber vivido en su época, seguramente hubiéramos sido sus amigos.
Y aún así, aunque en apariencia todo sea bastante estimulante, existe una capa densa que recubre todo. Es como una especie de alquitrán negro y viscoso. Y a medida que una empieza a remover los archivos y a mirar, se hace más evidente que los dedos quedan pegoteados, oscurecidos. ¿Será el material que se resiste a ser tocado? ¿O es la propia Historia la que se resiste? Por momentos pareciera que todo está debajo de esa extraña viscosidad, como nuestra piel en estos días húmedos de enero.
Sábado 25 de enero
Ayer terminamos la semana 13. Tengo todo listo y corregido para poder montar los nuevos diarios de Rudy cuando me llegue la grabación de la voz en off. También pensé dónde pueden ir y en qué orden, según la estructura actual. La primera parte quedó muy bien con las correcciones que hicimos de los textos, creo que ahora se entiende mejor todo. El Santi todavía no lo vio. Se me ocurrió hacer un plan de trabajo bastante detallado para estos próximos días, ya que tenemos el tiempo justo. El objetivo es llegar al jueves con un armado nuevo y hacer el primer visionado con gente de afuera. Estamos demorados con eso.
Desde el seis de enero que venimos trabajando sin descanso, editando a todo vapor. Las diez semanas anteriores transcurrieron en períodos intermitentes. Me gusta imaginarme que ahora pusimos en marcha el motor de un barco antiguo y poderoso, y que la gracia está en mantener vivo ese fuego hasta el día del corte final. Se lo dije ayer a Santi, pero no me respondió. Últimamente anda como abstraído y me escribe por cuestiones más bien prácticas. A principio de mes, cuando retomamos el montaje después de casi un año, me dijo que sentía el compromiso de que esta película tuviera un diálogo con el presente, con este momento desolador que estamos viviendo como país. También me confesó que en esto de escribir los diarios de Rudy se sentía como dentro de un mundo paralelo.
Hoy empezó a hacer un ruido raro uno de mis discos internos y me preocupé bastante. Era de otro proyecto, Las presencias. Estuvimos editando con Juanjo porque yo sigo ocupada no sé bien hasta cuándo y prefería avanzar en los cambios que él ya tiene definidos. Igual estoy ansiosa por retomar con Las latas el lunes. Ansío ver la película terminada, avanzar hasta ver qué pasa si llegamos a fondo. ¿Qué película vamos a tener cuando eso pase? Mientras cocinábamos una tortilla para el almuerzo, hablamos con Juanjo de la relación entre Las latas y Las presencias. Hay algo de pensar nuestro tiempo actual que es la clave, relacionar los acontecimientos ya vividos en nuestro país con todo lo que sucede hoy, como si nuestra historia fuera un eterno loop. Para Santi eso implica una responsabilidad enorme. Para Juanjo, una forma de sacarse la desazón y de sentir que las películas pueden ser útiles. Nos tienen que servir para mirarnos, para entender las cosas, aunque sea a través de la mirada retrospectiva.
Lunes 27 de enero
Ayer tuve un almuerzo familiar. Me preguntaron si estaba trabajando en algún proyecto y les conté un poco de qué se trataba esta película. Al responder cómo se llamaba, me defendí rápido: «Las latas, pero es un título provisorio». Mi hermano me miró desconcertado. No entendía la relación entre la imagen de una lata y lo que acababa de contarle. Hablamos de que decir latas te hace pensar primero en una lata de conserva, de durazno, de tomate, pero no en una lata de película. Mi hermano señaló, con razón, que si a mí no me hacía pensar en una lata de cine, menos le pasaría a él o a una persona que no tiene relación con este mundo.
Hace mucho venimos pensando en la posibilidad de una alternativa. El otro día el Santi me contó otra de las tantas anécdotas que rodean a estos materiales. Hablaba de un profesor que en los años 70 escondió algo en un armario de la Escuela, antes de irse al exilio. En un momento, dijo respecto al objeto escondido: «No queda claro si eran armas o eran películas». La posibilidad de que una pudiera ser intercambiable con la otra me hizo pensar en la idea de lo indefinido y en que ese espíritu atraviesa todo lo que estamos haciendo. Decir en un título que algo no está claro sería reconocer, como punto de partida, que el trabajo se asienta sobre la voluntad de saber y la imposibilidad de la certeza.
Unos días después le digo a Santi que, como estamos en la última etapa, deberíamos encontrar un título nuevo. Me animo a contarle que en una esquinita de mi cuaderno anoté esa frase. Y él me responde que ya había pensado otro título, en un sentido parecido: «Para hacer una película solo hace falta un arma». No es igual pero recoge la misma intención. En el fondo, demuestra que tenemos bastante sincronía para pensar cosas alrededor de lo que vamos haciendo. Y eso es lo que siempre me gustó de trabajar con él.
El nuevo título nos ayuda a organizar la selección de algunos fragmentos. Gracias a eso agregamos un diario sobre el corto 59 entradas y recuperamos un plano de otro, donde una chica toma literalmente un arma de la pared. Es lindo este pequeño giro. Me doy cuenta de que las cosas y su sentido empiezan a tomar cada vez más consistencia. Eso, intuyo, significa que se avecina el fin del montaje.
Martes 28 de enero
Hoy fue una jornada intensa. Vimos de corrido la versión 38 —no habría que guiarse mucho por ese número, ya que uso un sistema de numeración medio extraño— y encontramos muchos problemas. Falta más de lo que pensábamos. Yo estoy nerviosa porque se vienen muchos movimientos en mi vida, mudanzas, viajes y trabajos. Y los dos necesitamos ir cerrando esta etapa.
Hace cinco años Santi le mandó el primer mail a Malena, la pareja de Pierre. En ese momento las latas —las reales, no la película de la que estamos hablando— eran un montón de celuloides apilados en recipientes de metal o sueltos en cajas, hechos una maraña. Nadie sabía o le interesó saber lo que había ahí. Llevó todo este tiempo detener su desaparición, investigar, conocer a los personajes, ponerles un nombre, reconstruir sus historias. No sería justo quedarnos con la sensación de no haber podido ir a fondo en esta pequeña misión.
«Va a ser una película imperfecta», dijo Santi con una leve resignación, mientras hablábamos de cómo se acercaba el día del cierre. Y entonces pensé para mis adentros que al final así son todas las películas cordobesas que hacemos. Estamos en la tierra de la imperfección. Incluso la historia de estos materiales parece demostrar que siempre fue así.
Domingo 2 de febrero
El viernes terminamos la semana 14. Tuve una jornada larguísima hasta la noche. ¿Cómo se hace para reponer? El cuerpo, la sensibilidad, la fe. Hacer películas también implica aprender a llevar adelante los días, no solamente en el sentido material y económico de la supervivencia, sino también en el sentido espiritual. Separar lo que nos pasa esas ocho o nueve horas diarias de contacto con los materiales, muchas veces atravesados por un descubrimiento triste o una empatía desmedida con nuestros personajes y lo que les pasó. Intentar que el resto del tiempo no seamos un trapito.
Martes 4 de febrero
Hoy hicimos el primer y único visionado de la película con personas externas al proyecto. Fue hermoso y descubrimos cosas nuevas. Lo que sí, nos vuelve la sospecha: cómo estar a la altura de estos materiales y construir una película firme, más allá del encanto inmediato que tienen los archivos de las latas encontradas.
Sábado 8 de febrero
Esta noche tengo otra vez insomnio. Mientras trataba de dormir después de que un grillo me despertó a los gritos, me acordé de un plano de Horno de pan donde se ve a un personaje usando una Uher. En el plano aparece su novia. No tiene sonido, pero nos puede servir para algún momento en el que Rudy hable de su pareja.
También me acuerdo de que al final sacamos del diario de El ángel azul ese plano de Gerard grabando sonido. Hay que tener cuidado con esos planos que se apartan, porque muchas veces se terminan quedando afuera de la película sin querer. Estos días voy a volver a mirar por arriba el timeline de los planos recuperados, así me quedo tranquila.
Con los ojos cerrados, recuerdo un último plano: en el rodaje de la cárcel, hay más imágenes donde aparece el equipo de rodaje. ¿Ahí se veía también Gerard? Lo tengo que revisar mañana. Me lo estoy anotando en una notita del celular, para mandar un mensaje a Santi cuando sea de día, así nos acordamos los dos.
Viernes 14 de febrero
Hoy prácticamente terminé la semana 16. Para que eso se concrete me queda un cierre de algunas jornadas. A veces me pongo a pensar en todas las cosas de las que están hechas las películas. No son únicamente las imágenes, sonidos y palabras. Sino también la entrega, tenacidad, rigurosidad, insistencia. La vida con sus reveses que nos envuelve en cada jornada, una ola de calor con humedad insoportable, una epidemia de mosquitos con dengue, materiales nuevos que aparecen y no sabíamos que existían, cierta información que viene a completar un hueco que había. Llenar huecos fue la tarea por definición de esta película. Pero todo lo anterior a veces empaña el proceso. Salimos de la nebulosa y unos días después estamos ahí de nuevo, almorzando un menú casero con una buena charla de sobremesa. Volvemos frente a los monitores, tocan la puerta de calle y alguien pide que lo ayudemos. Se siente su desesperación, hace mucho calor, vivimos bajo un gobierno terriblemente cruel. Charlamos sobre el futuro, sobre este país que amamos, sobre la crisis y las personas que se lleva por delante. ¿Qué va a pasar con Argentina? ¿Y con esta película? Acaso una de las preguntas sea más importante que la otra, pero la vida es eso que miramos de cerca todos los días. Prefiero pensar que si salimos de esta ciénaga tendremos una nueva victoria, al menos en nuestra pequeña escala, hacia adentro.
Sábado 15 de febrero
No tiene que ver con cómo le vaya después a las películas que hacemos — los festivales y los premios— sino con lo que modifican en nosotres. Cómo nos hacen relacionarnos después con los temas y personajes que son tocados por ellas. Qué cosas nos hacen conocer de nosotras mismas y de los demás.
Sábado 22 de febrero
Hoy La Quimera está cumpliendo 44 años. Estos días no estamos editando. La película está descansando mientras se define quién va a hacer la voz de Rudy, se graba y se filman los últimos planitos para el cierre. Yo me puse a trabajar en otras cosas. Febrero viene siendo un mes intenso. Cada tanto me llegan mensajes de Juanjo y Maay contándome algo de sus proyectos, preguntándome cuándo retomamos. El Santi hace varios días que quiere hablar conmigo y no logramos coincidir.
Viernes 7 de marzo
¿Habré perdido el tiempo, dedicando mis mejores años a las películas? ¿Existirá, en la creación como en la biología, una edad fértil que algún día se termina? A veces pienso que este es el cierre de algo que aún no entiendo ni puedo nombrar, en mi propia historia como montajista.
Lunes 10 de marzo
Hoy cumplo 39 años. Íbamos a retomar el montaje pero aún faltan algunos materiales. Me alegro, porque no me gusta trabajar el día de mi cumple.
Miércoles 12 de marzo
Hoy pasó Marcos a dejarme los clips del último material que filmaron, el de la Escuela de Artes en el presente. Me anticipa que está raro, fantasmagórico. Me cuenta del día que grabaron las voces en el estudio y cómo se inundó todo.
Me remito a una charla que tuvimos hace unos meses sobre el montaje de esta película. Habíamos viajado al Doc Buenos Aires a presentar Las almas. Él me había hablado de los caminos erráticos que habíamos ido tomando en la construcción de Las latas, y yo —a riesgo de querer defenderme— había dicho que los documentales son así. Que no sabemos a dónde nos van a llevar. Le conté que todo el proceso había estado signado por una especie de resistencia. Que yo lo notaba en los materiales, pero Santi en los sobrevivientes y en la misma Escuela, en lo difícil que era, por ejemplo, acceder a los legajos y documentos. Le hablé de que hacía un tiempo andaba con una imagen, la del alquitrán. Que me imaginaba que tocar estos materiales era como embadurnarse con esa pasta grasosa. Marcos me dijo que Cronenberg podría haber hecho una gran película con una montajista de cuyo monitor salen manos negras y tratan de meterla dentro de la pantalla. Debería ver alguna película de ese director.
Lunes 17 de marzo
Ya retomamos el montaje. Estuvimos modificando bastante la secuencia inicial, está quedando hermosa. Hablamos de lo que filmamos hace un año en la marcha del 24 con la Bolex de la facu y de que ese material no quedó muy bien. ¿Fue la cámara, el revelado, la película vencida? A veces no sabemos en dónde estuvo la equivocación, simplemente las cosas no salen como esperábamos.
Martes 18 de marzo
En unas semanas nos vamos a mudar a otra casa. La de ahora se va aireando, sacamos muebles y objetos ya inútiles de a poco, los vendemos o mandamos a lo de nuestras familias. La casa de Liniers se orea como esa maceta abandonada que bajé anoche de la terraza, con la idea de plantar ahí el rosal blanco que me regaló mi mamá. Iba a tirar la tierra vieja, pero al dar vuelta el pan encontré que tenía muchas raicitas de los yuyos anteriores, que estaban pegadas y le daban estructura. La tierra húmeda no se desgranaba porque esos hilitos de raíz la sostenían. Pensé en las películas y en todas las veces que hablé de sus estructuras en mis clases, sin pensar en esta imagen que tengo frente a mí. Sería un buen ejercicio llevar un pan de tierra y ponerlo en el medio de la mesa para que lo trituremos con las manos desnudas. No se me ocurre una acción más vivencial y fácil de entender que esa.
Me quedé desarmando la tierra, con algo de pequeña furia y entusiasmo. Me llené las uñas de barro. Las raíces color cremita se quebraron y la tierra entró de nuevo en la maceta, ya desgranada, lista para recibir una futura planta. Quizás ahora sí tendría que mezclarla con un poco de tierra buena.
Me acuesto a dormir. Antes de tomar mis remedios, me doy cuenta de que estoy escuchando dentro mío la música nueva del inicio que editamos estos días. Le pondría play si pudiera.
Miércoles 19 de marzo
Creo que hoy es la primera vez que me emociono mirando el armado de corrido. Estamos en ese momento en el que hace falta confiar en la película que tenemos y cerrar. Siempre hay algo que hubiéramos hecho diferente. Pero eso pasa también en la vida.
Juanjo dice que tenemos que aprender a querer a las películas como son. Yo intento poner esa filosofía en práctica, aún cuando todavía no están terminadas. Me tranquiliza y me hace sentir indulgente conmigo misma y con mis directores, porque finalmente siempre hacemos lo mejor que podemos.
Jueves 20 de marzo
Me gustan mucho las mudanzas y su energía de renovación, aunque den trabajo y sean agotadoras. Editar es un poco lo mismo: desarmar lo que ya está construido para que se torne más acorde a lo que necesitamos en este momento, a las personas que somos hoy. No es porque lo anterior esté mal, es porque ya no nos hace sentir a gusto.
Viernes 21 de marzo
Hoy empezó el otoño en Argentina. Ya casi tenemos el corte final. Solo falta media jornada con los últimos ajustes. En el almuerzo comimos una pizza casera que hizo mi compañero y hablamos acerca de que lo que sucede en el presente tiene mucha relación con el tiempo que evoca la película. El cine cordobés acababa de nacer y, en pleno crecimiento, vino ese golpe terrible que cortó todo de raíz. Ahora, hace 15 años que el cine de Córdoba empezó a configurarse como una pequeña industria. Otra vez llegamos a un punto importante. Pero las cosas se terminan, abruptamente. Santi dice que la diferencia es que ahora el acceso a la tecnología es distinto. El problema, pienso, es el trabajo. ¿Cómo haremos para seguir viviendo de hacer películas?
Cuando salí a despedirlo, el cielo se había puesto como en esas tardes después de llover en las que todo se tiñe de una tonalidad rosa-amarillenta. La calle, aún húmeda, reflejaba partes de la casa en sus charquitos. El aire estaba fresco y limpio. Sentí algo de esperanza. Le di un abrazo a Santi y nos despedimos hasta el lunes.
Domingo 23 de marzo
Hoy miré el último armado en la tele grande. Afuera llovía. A los pies de mi cama, la Tali dormía. Anoté muchos detalles, pero me siento tranquila. Ya tenemos la película.
Lunes 24 de marzo
Haber hecho el corte final este día es, quizás, una muestra de cómo las películas y su construcción se la pasan dialogando con el mundo de lo real. También me gusta pensar que le da épica al proceso y todo lo que significó dar forma a una película así de compleja.
Abrimos por última vez el proyecto para hacer los ajustes pendientes. Afuera no había movimiento y seguía lloviendo. Las cosas empezaron a salir bien en el primer intento, cada corte era preciso y firme. Yo me daba vuelta desde la silla para mirarlo al Santi, como diciendo, «¿Te das cuenta de lo que está pasando, de la suerte que tenemos?». Ya no necesitábamos hablar mucho. En medio de esa adrenalina, la compu se reinició de golpe. El Santi dijo, como pensando en voz alta: «Está bien, no estamos solos». Entonces me acordé de ese texto que saqué de La amante de la luz pero siempre extraño, donde decía que editar es convivir con fantasmas.
Al final, trabajamos toda la jornada. Antes de irse, Santi me dijo que también se sentía tranquilo, que habíamos hecho todo lo que podíamos por la película. Nos sacamos una foto en la entrada de casa y quedamos en vernos en la marcha, pero al final nunca nos encontramos. Él olvidó su paraguas en la isla y se lo devolví mucho tiempo después.
Fueron 87 jornadas de trabajo desde el 6 de diciembre de 2022. Algún día, en el futuro, voy a poder decir que yo monté esta película. Me siento feliz y agradecida por eso, por haber podido tocar estos materiales con mis propias manos. Es una de las arcillas más autóctonas y bellas con la que me encontré en todos estos años.
En una película de Ozu que se llama El fin del verano, un personaje dice en su lecho de muerte: «Así que este es el final. Así que este es el final», dos veces seguidas. Pero ya sabemos. Que todos los finales, pueden ser en realidad el principio.