Volver a mirar

hay algo de suavidad en la imagen de nuestra propia vida cuando la miramos desde una camioneta en la ruta. con el compañero juan, recorremos la autopista a bafici entre charlas eternas y fuera del tiempo.

nunca he sido una chica de mundo. más bien de ciudad, con los pies —demasiado— firmes en la tierra. por eso el cine fue siendo una manera de viajar también, de habitar lugares y realidades de otros. sentada en butacas interestelares entendí que la cosa está en situarnos frente a frente con una historia cualquiera, y saber que en el fondo siempre vamos a estar un poco frente a nosotras mismas.

esta vez, eso es literal. la pantalla gigante me devuelve mi propia imagen de hace un año. miramar se está estrenando en el bafici, y yo la veo terminada por primera vez, con color, con mezcla, con títulos. desde el corte final, la entregué y no volví a verla nunca. pasaron muchos meses desde eso, y ahora parece una hija que vuelve a casa después de un largo tiempo: tenemos que reconocernos de nuevo.

con esa distancia, la miro y pienso que ajustaría un corte, sacaría un plano. quizá tomaría otro tipo de decisiones. o tal vez todo eso no sea cierto, y solo lo pienso para justificar que no me estoy encontrando con la película como quería que sucediera.

necesité volver a mirarla en otra función, ya más calma y menos apegada a mis deseos de lo que tendría que haber sido. esas imágenes, esos sonidos, esa cadencia. decido hacer ese esfuerzo: aprender a querer esta película tal cual es, igual que hacemos con las personas.

me llegan varios comentarios de compañeros cordobeses. hay una suerte de virginidad ante los primeros espectadores conocidos que nos dan su mirada. requiere de mucha valentía escuchar una devolución sincera cuando ya no podemos cambiar nada.

también leo críticas publicadas. algunas son sensibles y hermosas. en otras, no deja de sorprenderme la obstinación con que se pretende desglosar la película en la suma de sus partes. personajes + espacio + historia + conflicto. todo debiera ser predecible y estructurable. ¿un conflicto? no podría escribirlo seguido de dos puntos. si quisiéramos usar tantas palabras, haríamos poesías y no películas. aquello que nos conmueve no se explica como una ecuación.

pero no se discute con los espectadores y los críticos. solo se los escucha, porque siempre será necesario disentir para hacernos preguntas sobre nuestro propio quehacer.y un poco nos hemos dejado a nosotras mismas ahí, en esa película terminada, en eso que éramos y ya no somos.