Calefones y gallos rojos
hace diez años nos conocimos en la escuela de cine de la unc. el tiempo nos hizo ser amigos, después compañeros de trabajo y más tarde socios de una productora. sin haberlo imaginado nunca, la vida me trajo al barrio donde nació mi abuelo y donde estudió mi mamá, y que tan lejos queda de mi barrio natal.
un mes de abril nos instalamos en la casita de general paz y pasamos a ser «los calefones». por esa época solía quedarme sola cuando mis compañeros salían de rodaje o se iban a encuentros de producción. entonces regaba las plantas en el patio estallado de verano, mientras todos andaban por el puesto filmándola a hortensia.
después vinieron otros lugares a ocupar, otros roles. decidí dejar mis estudios y dedicarme de lleno a la productora, donde empecé siendo la «encargada de la videoteca», que en esa época seguía teniendo vhs además de dvd, y cuyo objetivo era organizar y resguardar las películas que iban llegando a nosotros y nos gustaban, o que pasábamos en la quimera, o digitalizábamos por ser inencontrables, como los cortos de ana montes. mientras tanto, íbamos delineando nuestro primer largometraje, criada.
luego iniciamos la producción de buen pastor, donde hicimos la dirección junto con mati. y si bien él se encargó de la edición, creo que fue allí donde empecé a comprender lo que era el montaje: además de haber visionado horas y horas de entrevistas que nosotros no habíamos filmado, iba por las mañanas al archivo fílmico a seleccionar imágenes. llevaba palabras anotadas (ciudad, catedral, allanamiento), y con eso buscaba en un índice y me disponía a mirar en blanco y negro, eligiendo de manera precisa y timecodeada, porque cada minuto valía muchísimo y el presupuesto era escaso. luego llevaba esas imágenes a la isla y mati las editaba, pero yo notaba que al seleccionarlas las había montado en mí de otra manera, y ahí empezaba a entender de qué se trataba todo esto.
en algún momento estrenamos buen pastor, después vino yatasto.
así pasaban los meses y los años, en esa tarea de ir construyéndome como persona y encontrar mi lugar dentro del cine. y sucede que, justo cuando empezaba a entender que era el montaje ese lugar donde quería quedarme, ganábamos un premio de la televisión digital para realizar nuestra primera serie, que se llamó nosotros campesinos y que fue nuestra puerta de entrada al mundo de la televisión documental.
cuatro años después, celebrando nuestra primera década juntos, nos llega la noticia de que hemos vuelto a ganar para hacer una serie, que esta vez se llama gallos rojos. entre notas para la voz, spots sobre la retrospectiva y preparación de la charla «mirar su vida», hacemos reuniones larguísimas y de carácter profundamente colectivo, donde no tenemos un rol sino que somos parte del total, y ahí es donde ser calefones es distinto de ser ezequiel, ana, juan, matías o lucía solos.
y quizá todo esto me emociona porque hoy logré terminar el cronograma de post de la serie, que es un cuadro inmenso lleno de colores pastel y numeritos del uno al ocho, y mirarlo fue como ver de una sola vez todos los meses que vendrán hasta diciembre, y saber que de lunes a sábado voy a editar y voy a estar feliz con eso, aunque quizás no pueda ir al festival de mar del plata y casi entreguemos los masters junto con la nochebuena.
siento que todo irá bien si volvemos a hacer televisión entre nosotros, gallos rojos libertarios, mirando desde adentro cómo fuimos creciendo en lo que cada uno hace y en lo que el calefón es.