En doblaje
casi un año después del corte final, ya con algo de financiamiento disponible y buenas noticias festivaleras, iniciamos con julia el camino de volver a pensar la película. esta vez, sonoramente. asisto emocionada a este nuevo momento de la creación que siempre sucede después de mi trabajo, y en el que suelo entregar ciegamente el fruto de todo ese tiempo a una persona nueva: el sonidista.
por lo general, tenemos entre nosotros un diálogo silencioso, hecho de decisiones tomadas de antemano: si yo uso un plano donde se ve una boca que habla, determino que allí debe escucharse sí o sí esa palabra, porque casi siempre funcionamos bajo la dictadura de la sincro. en contrapartida, el silencio y la ausencia de diálogo serán una página en blanco para nuestro nuevo integrante del equipo, más allá de lo que yo haya pensado al usarlo.
entre los tres, decidimos doblar algunas escenas, porque entendemos que es lo mejor para desenterrar tantos diálogos grabados con micrófonos lejanos y ambientes ruidosos. eso implica un verdadero trabajo de hormiga, y se parece bastante a un rodaje: hay que hacer preproducción y un casting de voces, cocinar, trasladarse. nos prestan una casa familiar hermosa, y allí acondicionamos el espacio con trípodes y paneles: queremos reproducir la acústica de la habitación de la casa de las tías, donde transcurre una buena parte de nosotras × ellas. aprendo palabras nuevas como «decibelímetro», un aparatito que se usa para medir el nivel de ruido presente en el espacio. finalmente nos vamos de doblaje, y comienza esa realidad paralela a la vida cotidiana en la que suspendemos todo por un tiempo y nos zambullimos sin dudar en una dulce convivencia con nuevos compañeros.
siento que no suelo tener muchos elementos sonoros a la hora de editar. sueño con mi propia librería de sonidos, porque veo una limitación evidente en eso, una falta de recursos, de lenguaje. como si me faltaran palabras. mis palabras también deberían ser los sonidos. por eso, despacito, voy construyendo una. así tendré dónde acudir la próxima vez.
en mis tiempos libres de la jornada de doblaje, pienso con frecuencia en esta seguidilla de decisiones por orden de llegada que tienen las películas. parece que siempre hay una decisión que antecede a otra. y el que más tarde decide, más poder tiene. el asunto es que a todos nos gusta tener un poco de poder.
quizá por eso el juego consista en entregarse. creer en el valor de nuestra mirada. y después, confiar en que la que siga a la nuestra será mejor aún.